sábado, 29 de octubre de 2016

A usted, Señora.

A usted, Señora, le dedico estas letras. A usted, dueña de los corazones rebeldes, ama de las pasiones irracionales.
A usted, MI Señora.

Conocedora del corazón de los hombres y las bestias. Madre de los amables, e hija de los amados. Me inclino ante su presencia,  suplicando su protección ante tanta debilidad de la carne.
Ruego que su piadoso corazón, fuente de la vida misma, vea en mí a un siervo de sus designios.
Sus deseos, mi reina, son mi voluntad. Mis acciones, adorada, son mi ofrenda y mi servicio.
Prometo vivir en el mundo de los hombres dando esperanza a todo aquel que la precise.
Prometo comprender la naturaleza frágil y dubitativa del ser humano.
Prometo ser manantial de cariño para el ser desesperado, y alimento de la carne sacrificada a voluntad.
Me ofrezco, de corazón, dar mi esencia para preservar vuestra creación en estas tierras.
Y, contentado por la ofrenda, me permito dejar este mundo habiendo dejado ésta, mi huella, en el corazón humano sabiendo que mi existencia fue debido a su voluntad.