viernes, 4 de agosto de 2017

La mirada que cautiva

 Hay situaciones en las que una persona puede estar casi completamente seguro de lo que sucede. Y es ese “casi” el más difícil de sobrellevar en muchos casos. Queda siempre esa pequeña inquietud, la pequeña incertidumbre que no nos deja avanzar desligándonos del todo de dicho suceso, incluso cuando este ya haya terminado. Es ese “¿Y si en realidad…?” lo que nos puede desvelar, confundir e incluso frustrar.  La mayoría de las incertidumbres tienen su génesis en detalles, en pequeñas menudencias que, quiera esto ser casual o causal, nos llaman la atención. Quizá un gesto, una palabra, una fotografía… o una mirada.
 Una mirada dada en el momento indicado es capaz de destruir toda la seguridad que tenías hasta el momento con respecto a alguien. Este es el caso de ese hombre que en tu fuero interno deseaste con tantas ansias por tanto tiempo, con tanta intensidad e irracionalidad, que es suficiente una mirada para iluminar tus ilusiones. Este sujeto, tan singularizado de todas las relaciones sociales que mantienes (ya sea por el tipo de afecto que le tienes, o simplemente por el tipo de relación que deben mantener) puede pasar de ser un objetivo inalcanzable a un futuro plausible. Tan sólo es necesario una pequeña singularidad en su mirada. Y ahora ¿Qué sigue? Veamos, es evidente que te encuentras en una situación bastante complicada.

 Por un lado, esa mirada pudo ser solamente un error, un pequeño traspié que no indica nada y que (impulsado por la necesidad de tu mente de sentir, aunque sea por un instante, que eres correspondido por aquel hombre) se magnificó de tal forma que le dio un sentido y un significado completamente ficticio, pero verosímil.  Por otro lado, esa mirada puede haber sido generada voluntariamente, insinuando un interés mucho más personal, más íntimo, que da a entender una correspondencia en sentimientos entre ambos. En resumen, la complejidad del asunto se resume en la interpretación de una mirada, sin ninguna otra pista que pueda dilucidar las intenciones de la misma.
Es así como una mirada da comienzo a una posible digresión en el curso normal de las cosas: Entender esa mirada como un error e ignorarla (rumiando en silencio ese “¿Y si en realidad lo era?” por siempre y para siempre) o guiarte por una pequeña esperanza, arriesgando a perderte el privilegio de ver de nuevo esa mirada o por el contrario lograr que ella sea, de una vez por todas, tuya.  En estas pequeñas incertidumbres donde todo se arriesga. Pero, como decía mi abuela, “el que no arriesga, no gana”


sábado, 15 de abril de 2017

Aventuras en el anonimato.

Luego de lo que parece una eternidad (debido a un incómodo viaje en el que prevaleció el ruido por encima del silencio, y las contracturas por encima de la comodidad), tu viaje ha concluido y has llegado a destino: El sonido de la estación indica el inicio de tus vacaciones. Tomas un taxi para llegar al verdadero destino. Cavilando en tus pensamientos, se levanta ante ti una fachada blanca y roja, donde un cartel de neón con la palabra HOTEL te da la bienvenida.
Te recibe la señora con la que hablaste por teléfono al momento de reservar habitación, una mujer entrada en años con una sonrisa constante. Te informa que el desayuno se sirve de 8:00 a 10:00 am y que tu habitación es la número 47, segundo piso. Te entrega las llaves y te indica cuál es el camino. Agotado por el viaje, decides descansar un rato al llegar al cuarto. Luego irás a dar una vuelta.
Te despiertas por la noche, aproximadamente son las 20:30.  Dormiste bastante bien, pero te surgen ganas de comer algo.  Bajas a recepción para preguntar a la mujer dónde se puede comer algo rápido por ahí cerca. Al llegar, te das con un joven alto, de mirada profunda y tímida. Preguntas por la mujer y te informa que es él quien hace el turno nocturno. Su voz es un poco quebradiza, pero por los gestos y la frescura que porta, debe sobrepasarte en edad tan solo por uno dos años.  Se nota cierta regular asistencia al gimnasio. No es un hombre marcado, pero se observa cierta postura de persona entrenada.
Notas que un poco te gusta, pero tratas de controlarte para no realizar ninguna estupidez. Simplemente agradeces la información, sonríes, te despides, te das la vuelta y te vas a buscar lo que viniste a preguntar. Aprovechas el paseo por la ciudad para despejarte y relajar a mente, tratando de quitar de ella la imagen del joven que acabas de conocer.
Los días pasan, tus cruces con el chico, que ahora sabes que se llama Gabriel, se hacen cada vez más recurrentes. Debido a tu soledad, lo único que te queda por hacer, además de pasear por la ciudad, es bajar hasta la recepción y hablar tanto con él como con la señora que te atendió la primera vez.  Gabriel es callado, bastante cerrado y un poco distraído. Todo lo contrario a Alba, la señora, que es pura charla, transparente y siempre atenta.
Las noches en compañía con Gabriel son muy silenciosas. Esto no quiere decir que no se lleven bien, sino que ambos son lo suficientemente callados para evitar romper el silencio sin necesidad.
En la última noche de tu estadía,un sábado, ambos salen a despedirte, ya que es su día de franco. Más temprano que tarde, Gabriel toma demás. Y como no sabes a dónde llevarlo, lo llevas a hotel. El viejo que está de sereno esta noche sólo se ríe al ver el estado deplorable de este, debe ser común que este chico se pase de copas. Lo subes a tu habitación (por el ascensor, obviamente), lo tiras a tu cama. Vas al baño a darte una ducha. Al salir, Gabriel está dormido completamente, pero sin camisa. Ves su espalda, torneada, subiendo y bajando con cada respiración. ¿Qué hacer? ¿Sucumbir al deseo?  Velar por su integridad? Te sientas al borde de la cama. Un pequeño tatuaje se descubre en su hombro. Pones tu mano sobre su espalda. Su piel está caliente y húmeda. Un recuerdo viene a tu memoria

-Te pareces tanto a él- Exclamas en susurros. Lo único que haces es quedarte en esa esquina, con la mano en su espalda, siguiendo el ritmo de sus respiraciones- Te pareces demasiado.
El amanecer te sorprende dormitando acurrucado en los pies de la cama. 

domingo, 9 de abril de 2017

Lo viste y...

Estabas ahí. Simplemente estabas ahí. Estabas viviendo tu vida, pensando en tus cosas, lo de siempre: Divagando en tus pensamientos, caminando por la vida, siendo parte de un conjunto, de un Todo compuesto por más personas, seres anatómicamente similares pero con distintos temores, ilusiones y motivaciones.  
Caminabas entre todos ellos, siendo parte de todos y de nadie a la vez. Miles de rostros se formaban a tu lado para luego desaparecer. Estabas ahí, haciendo tu vida en tranquilidad… hasta que lo viste.
Por un momento no crees que sea alguien diferente, pero lo es. Quizás es la forma de sus labios, o sus ojos, incluso su nariz o el peinado. O quizá sea la forma en la que todo se combina armoniosamente. No sabes exactamente qué tiene, pero te gusta. Sigues caminando, pero ahora con la mirada fija en sus gestos, en la forma en la que mira al suelo, sonríe o incluso en como camina (manos en los bolsillos, dando pequeños saltitos con cada paso, resguardándose del frio e intentando caminar rápido para levantar un poco de temperatura y llegar rápido a donde sea que tenga que ir). Estas al pendiente de todo lo que hace, pero se está acercando.  Intentas recordar sus gestos, sus rasgos. Intentas grabártelo en la memoria, sabes que será inútil, pero nunca se pierde nada por intentar. Absorto en tu objetivo, ves que levanta la mirada. Tus ojos se cruzan con los suyos, tu corazón se detiene por un momento y sientes esa sensación de calidez que recorre desde tu espalda baja hasta tu nuca. Ojos color café viendo a otros ojos color café. Tratas de no sonreír, ni de gestualizar. Solo mantén la mirada fija.

El sigue su caminata, a ritmo constante y resguardándose del frío, pero ahora con la mirada fija en tus ojos. Ahora es cuando te sientes más solo que nunca, frente a él, rodeado de más gente.  Cada vez más cercanos, cada vez más detallados sus rasgos. El tiempo se acaba. ¿Qué hacer? ¿Hablarle? ¿Sonreírle? ¿Saludarle? Esperas que él haga algo. Cada vez más cerca. Escuchas sus pasos, los distingues de los del resto debido a que escuchas cómo sus zapatos resuenan al ritmo que camina.  Cada vez más cerca. Lo tienes al frente tuyo.
Empiezas a decir un “Hola” mientras le sonríes, pero él baja la vista y sigue con su camino. Pasa a tu lado mientras te ignora. Notas que también sonríe. Seguro está apenado o avergonzado. ¿Y si hubiese sentido lo mismo que sentiste? ¿Y si vuelves sobre tus pasos para hablarle?  Es una opción, pero la duda siempre invade e inhibe las voluntades: ¿Y si no siente lo mismo? “Es Mejor desistir” piensas mientras sigues tu camino.
Sigues cavilando el qué hubiera sucedido si hubieras tomado coraje y le hubieras hablado. Masticas tus fantasías y maldices tu miedo mientras sigues tu camino. Su perfume es el único resabio de su recuerdo que te queda, pero no por mucho tiempo.


Divagaciones de Seth

Más allá de las diferencias, hay algo que nos caracteriza a todos los seres humanos: La capacidad de reflexión y abstracción. Y estas capacidades nos permiten crear algo mucho mejor: Las fantasías. 
Creo que estas son una forma de escapar, aunque sea un rato, de la realidad. 
Por eso, a partir de hoy, se abrirá una nueva sección: "Las divagaciones de Seth" un compendio de todas, o por lo menos la mayoría, de las divagaciones y fantasías que tengo, además de algunas reflexiones sobre temas variados.
Espero que disfruten de esta sección.

Nuevo protagonista

¡Hola! He sido invitado por Esteban para participar en este blog, agregando contenido a este sitio. Por mi parte, agregaré un contenido distinto al que se viene agregando aquí: Haré distintas referencias literarias a libros que compartimos con Esteban, ademas de distintas reflexiones que compartimos en noches de divagación. Espero poder colaborar lo suficiente en este blog.
 Saludos! Leandro.