sábado, 15 de abril de 2017

Aventuras en el anonimato.

Luego de lo que parece una eternidad (debido a un incómodo viaje en el que prevaleció el ruido por encima del silencio, y las contracturas por encima de la comodidad), tu viaje ha concluido y has llegado a destino: El sonido de la estación indica el inicio de tus vacaciones. Tomas un taxi para llegar al verdadero destino. Cavilando en tus pensamientos, se levanta ante ti una fachada blanca y roja, donde un cartel de neón con la palabra HOTEL te da la bienvenida.
Te recibe la señora con la que hablaste por teléfono al momento de reservar habitación, una mujer entrada en años con una sonrisa constante. Te informa que el desayuno se sirve de 8:00 a 10:00 am y que tu habitación es la número 47, segundo piso. Te entrega las llaves y te indica cuál es el camino. Agotado por el viaje, decides descansar un rato al llegar al cuarto. Luego irás a dar una vuelta.
Te despiertas por la noche, aproximadamente son las 20:30.  Dormiste bastante bien, pero te surgen ganas de comer algo.  Bajas a recepción para preguntar a la mujer dónde se puede comer algo rápido por ahí cerca. Al llegar, te das con un joven alto, de mirada profunda y tímida. Preguntas por la mujer y te informa que es él quien hace el turno nocturno. Su voz es un poco quebradiza, pero por los gestos y la frescura que porta, debe sobrepasarte en edad tan solo por uno dos años.  Se nota cierta regular asistencia al gimnasio. No es un hombre marcado, pero se observa cierta postura de persona entrenada.
Notas que un poco te gusta, pero tratas de controlarte para no realizar ninguna estupidez. Simplemente agradeces la información, sonríes, te despides, te das la vuelta y te vas a buscar lo que viniste a preguntar. Aprovechas el paseo por la ciudad para despejarte y relajar a mente, tratando de quitar de ella la imagen del joven que acabas de conocer.
Los días pasan, tus cruces con el chico, que ahora sabes que se llama Gabriel, se hacen cada vez más recurrentes. Debido a tu soledad, lo único que te queda por hacer, además de pasear por la ciudad, es bajar hasta la recepción y hablar tanto con él como con la señora que te atendió la primera vez.  Gabriel es callado, bastante cerrado y un poco distraído. Todo lo contrario a Alba, la señora, que es pura charla, transparente y siempre atenta.
Las noches en compañía con Gabriel son muy silenciosas. Esto no quiere decir que no se lleven bien, sino que ambos son lo suficientemente callados para evitar romper el silencio sin necesidad.
En la última noche de tu estadía,un sábado, ambos salen a despedirte, ya que es su día de franco. Más temprano que tarde, Gabriel toma demás. Y como no sabes a dónde llevarlo, lo llevas a hotel. El viejo que está de sereno esta noche sólo se ríe al ver el estado deplorable de este, debe ser común que este chico se pase de copas. Lo subes a tu habitación (por el ascensor, obviamente), lo tiras a tu cama. Vas al baño a darte una ducha. Al salir, Gabriel está dormido completamente, pero sin camisa. Ves su espalda, torneada, subiendo y bajando con cada respiración. ¿Qué hacer? ¿Sucumbir al deseo?  Velar por su integridad? Te sientas al borde de la cama. Un pequeño tatuaje se descubre en su hombro. Pones tu mano sobre su espalda. Su piel está caliente y húmeda. Un recuerdo viene a tu memoria

-Te pareces tanto a él- Exclamas en susurros. Lo único que haces es quedarte en esa esquina, con la mano en su espalda, siguiendo el ritmo de sus respiraciones- Te pareces demasiado.
El amanecer te sorprende dormitando acurrucado en los pies de la cama. 

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