Luego de lo que parece una eternidad
(debido a un incómodo viaje en el que prevaleció el ruido por encima del
silencio, y las contracturas por encima de la comodidad), tu viaje ha concluido
y has llegado a destino: El sonido de la estación indica el inicio de tus
vacaciones. Tomas un taxi para llegar al verdadero destino. Cavilando en tus
pensamientos, se levanta ante ti una fachada blanca y roja, donde un cartel de
neón con la palabra HOTEL te da la bienvenida.
Te recibe la señora con la que
hablaste por teléfono al momento de reservar habitación, una mujer entrada en
años con una sonrisa constante. Te informa que el desayuno se sirve de 8:00 a
10:00 am y que tu habitación es la número 47, segundo piso. Te entrega las
llaves y te indica cuál es el camino. Agotado por el viaje, decides descansar
un rato al llegar al cuarto. Luego irás a dar una vuelta.
Te despiertas por la noche,
aproximadamente son las 20:30. Dormiste
bastante bien, pero te surgen ganas de comer algo. Bajas a recepción para preguntar a la mujer
dónde se puede comer algo rápido por ahí cerca. Al llegar, te das con un joven
alto, de mirada profunda y tímida. Preguntas por la mujer y te informa que es
él quien hace el turno nocturno. Su voz es un poco quebradiza, pero por los
gestos y la frescura que porta, debe sobrepasarte en edad tan solo por uno dos
años. Se nota cierta regular asistencia
al gimnasio. No es un hombre marcado, pero se observa cierta postura de persona
entrenada.
Notas que un poco te gusta, pero
tratas de controlarte para no realizar ninguna estupidez. Simplemente agradeces
la información, sonríes, te despides, te das la vuelta y te vas a buscar lo que
viniste a preguntar. Aprovechas el paseo por la ciudad para despejarte y
relajar a mente, tratando de quitar de ella la imagen del joven que acabas de
conocer.
Los días pasan, tus cruces con el
chico, que ahora sabes que se llama Gabriel, se hacen cada vez más recurrentes.
Debido a tu soledad, lo único que te queda por hacer, además de pasear por la
ciudad, es bajar hasta la recepción y hablar tanto con él como con la señora
que te atendió la primera vez. Gabriel
es callado, bastante cerrado y un poco distraído. Todo lo contrario a Alba, la
señora, que es pura charla, transparente y siempre atenta.
Las noches en compañía con
Gabriel son muy silenciosas. Esto no quiere decir que no se lleven bien, sino
que ambos son lo suficientemente callados para evitar romper el silencio sin
necesidad.
En la última noche de tu estadía,un sábado, ambos salen a despedirte, ya que es su día de franco. Más temprano
que tarde, Gabriel toma demás. Y como no sabes a dónde llevarlo, lo llevas a
hotel. El viejo que está de sereno esta noche sólo se ríe al ver el estado
deplorable de este, debe ser común que este chico se pase de copas. Lo subes a
tu habitación (por el ascensor, obviamente), lo tiras a tu cama. Vas al baño a
darte una ducha. Al salir, Gabriel está dormido completamente, pero sin camisa.
Ves su espalda, torneada, subiendo y bajando con cada respiración. ¿Qué hacer?
¿Sucumbir al deseo? Velar por su
integridad? Te sientas al borde de la cama. Un pequeño tatuaje se descubre en
su hombro. Pones tu mano sobre su espalda. Su piel está caliente y húmeda. Un
recuerdo viene a tu memoria
-Te pareces tanto a él- Exclamas
en susurros. Lo único que haces es quedarte en esa esquina, con la mano en su
espalda, siguiendo el ritmo de sus respiraciones- Te pareces demasiado.
El amanecer te sorprende
dormitando acurrucado en los pies de la cama.