A usted, Señora, le dedico estas letras. A usted, dueña de los corazones rebeldes, ama de las pasiones irracionales.
A usted, MI Señora.
Conocedora del corazón de los hombres y las bestias. Madre de los amables, e hija de los amados. Me inclino ante su presencia, suplicando su protección ante tanta debilidad de la carne.
Ruego que su piadoso corazón, fuente de la vida misma, vea en mí a un siervo de sus designios.
Sus deseos, mi reina, son mi voluntad. Mis acciones, adorada, son mi ofrenda y mi servicio.
Prometo vivir en el mundo de los hombres dando esperanza a todo aquel que la precise.
Prometo comprender la naturaleza frágil y dubitativa del ser humano.
Prometo ser manantial de cariño para el ser desesperado, y alimento de la carne sacrificada a voluntad.
Me ofrezco, de corazón, dar mi esencia para preservar vuestra creación en estas tierras.
Y, contentado por la ofrenda, me permito dejar este mundo habiendo dejado ésta, mi huella, en el corazón humano sabiendo que mi existencia fue debido a su voluntad.
sábado, 29 de octubre de 2016
domingo, 4 de septiembre de 2016
Tamaños: ¿Trompas, extintores, meñiques o maníes?
En lo que llevo de
años viendo porno me resultó curioso que todos los hombres que aparecían en los
videos mostraban un tamaño bastante estandarizado de miembro. Hay algunas variaciones,
lógicamente, en cuanto a los tamaños (tenemos, por ejemplo al modelo principal
de la compañía “It’s gonna hurt” o al modelo Rafael Alençar, que poseen
miembros lo suficientemente grandes para hacer gritar, y no exactamente de
placer, a más de la mitad de hombres que se atreven a afrontar una situación con
ellos), sin embargo estas variaciones no son muy comunes.
Es curioso comparar cómo varía este tamaño en cuanto a las raíces
étnicas de cada compañía. Por ejemplo la famosa cadena BelAmi muestra modelos
con tamaños bastante normalizados con respecto a los tamaños estándar de penes
en la región europea (entre unos 15 y 20 cm de largo aproximadamente). Por otro
lado, compañías pornográficas originarias de Asia utilizan, lógicamente,
modelos asiáticos cuyo promedio es mucho menor que el de los occidentales
americanos o europeos (entre 7 y 15 cm aproximadamente).
Con esto quiero decir que, si bien es sólo una idea bastante
vaga, se comprueba que no siempre el tamaño es lo que importa, o por lo menos
no del modo en que creemos que importa. Además, como dicen, lo que importa es
el cómo lo usas.
No conozco ningún temerario que se haya propuesto tener una primera relación sexual en rol “pasivo” intentando montar un mástil. Y si hay quien lo hizo y lo logró sin que le cayera una sola lágrima, le dedico mis respetos. Creo que en un principio uno debería empezar por algo tranquilo, algo que no sea tan complicado de afrontar y luego, de a poco y con paciencia, lanzarse a por un mástil o un extintor.
No conozco ningún temerario que se haya propuesto tener una primera relación sexual en rol “pasivo” intentando montar un mástil. Y si hay quien lo hizo y lo logró sin que le cayera una sola lágrima, le dedico mis respetos. Creo que en un principio uno debería empezar por algo tranquilo, algo que no sea tan complicado de afrontar y luego, de a poco y con paciencia, lanzarse a por un mástil o un extintor.
En conclusión, que si tu pene es pequeño, grande, normal,
fino, grueso, venoso, liso o arrugado, está bien. Lo que importa es que te
sientas cómodo al estar con tu pareja y que sepas aprovechar al máximo lo que
se te dio por naturaleza.
sábado, 3 de septiembre de 2016
Uncut vs cut.
Eres un joven adolescente que no
sabe bien qué demonios está haciendo al entrar por primera vez en una página de
pornografía gay. Como buen principiante, te das con la noticia de que en toda
página porno hay categorías para todo gusto: Viejos, jóvenes, sadomasoquismo,
twink, bears, etc.
Ante tanta nueva información, lo
único que se puede hacer es empezar a buscar algún video que muestre algún
hombre que sea de tu agrado. Cuando das
con el adecuado (¡Tu primer video porno gay!) le cliqueas y empiezas a
disfrutar de la escena. El chico está bastante bien, su pareja también. Luego
de los tradicionales besos, manoseos y desvestidas, los actores quedan en ropa
interior, abrazándose mutuamente en un aparente beso pasional.
Con el corazón a mil por hora,
una ansiedad extrema por la nueva experiencia y un poco de curiosidad por lo
próximo a pasar, te das con que uno de los actores empieza a descender por el
cuerpo del otro. El primer plano ahora es el descendiente a la altura de la
cintura (con rima y todo) del otro actor. Un minuto después (entre manoseos del
miembro escondido en los bóxers de aquel que recibirá sexo oral y besos a toda
superficie visible del mismo) la ropa interior es finalmente bajada y ahí está:
Un hermoso pene dispuesto para recibir un poco de cariño. Todo va bien en un
primer momento, hasta que notas que hay algo que falta en escena. El video se
retrocede un poco para volver al primer plano del pene antes de la acción y ahí
te enteras de qué es lo que falta: ¡El prepucio! ¡El prepucio no está!, de
repente todo sucede más rápido que antes, y ves que el segundo actor tampoco
tiene un prepucio.
La preocupación te invade. Buscas en el resto
de videos y te das con que en ningún video hay un actor que tenga un prepucio
notable ¿Será acaso que los prepucios son mal vistos en la industria del porno
y por esta razón los modelos que se ven en casi todos los videos son
circuncidados?
Con el pasar de los años te
acostumbras a que en los videos de actores y profesionales de la industria del
porno no tengan prepucio, e incluso te condicionas a que aquellos que son “profesionales”
se muestren circuncidados por convención. Sin embargo, cada tanto aparece algún hombre
que quiso mantener su prepucio. Ahora bien, la pregunta salta repetidas veces
en uno: ¿Será acaso que los prepucios son mal vistos en la industria del porno
y por esta razón los modelos que se ven en casi todos los videos son
circuncidados? ¿Habrá alguna razón por la cual los hombres prefieren mostrarse
circuncidados antes que no circuncidados?
Recuerdo que en una serie que
veía hace tiempo, “Nip Tuck”, el hijo de uno de los doctores intentaba ligar
con toda mujer que veía a su alcance. El actor era bastante atractivo, estaba
bien formado y parecía simpático. Sin embargo, a la hora de tener relaciones
sexuales, algunas lo rechazaban debido a no ser circuncidado. Debido a esto, el
joven devino en la necesidad de recurrir a una circuncisión casera ya que tenía
miedo de pedírselo a su padre o algún colega de éste. Resulta que esta
circuncisión casera lo llevó a una infección, pero esto ya no va a lo nuestro,
lo que importa es que se mostraba una preferencia femenina por los hombres
circuncidados.
Por mi parte no veo nada malo en
tener o no un prepucio, y considero natural el que un hombre lo tenga, mas no
veo extraño que haya hombres que prefieran el no tenerlo. Puede que yo ignore
completamente la razón por la cual los hombres de la industria pornográfica prefieren
no tener un prepucio antes que tenerlo, pero eso no me va a impedir disfrutar
de la acción, ¿cierto?
lunes, 15 de agosto de 2016
Intervención a la bitácora.
“24/07:
Esto va para vos: Es curioso el saber que, por más que no
sepa nada de vos, sos capaz de alterarme y de ponerme inquieto con sólo verte.
Y sí, sigo estando
agradecido por haber sido tan tierno, comprensivo, amable y educado al contarte
este pesado secreto que cargué solo durante años.
Es chistoso que siga recordando tu voz con tanta claridad,
tu altura, tu perfume, tu sonrisa timidona y tus labios paspados.
Me acuerdo de tus manos flacas y frías, y de tu pelo lleno
de caspa.
Me encantaba tu voz. Eras
el más alegre de la clase, y también
el más desinhibido.
Tu <<magia>> sigue sigue causando efecto en mí. <<Jezu
Ufam Tobíe>>”
Teoria sobre el porno gay.
Sexo. Una gran mayoría de las personas disfruta el sexo y lo
incorpora a su vida diaria de tal manera que se vuelve, en muchos casos
perjudicialmente, en una necesidad.
Muchos de ellos consiguen encontrar una o varias parejas sexuales
con las cuales descargar esa peculiar energía que nace en nuestro tronco, pero
que se expande hasta la ultima fibra de nuestro cuerpo cuando es liberada.
Existen los otros para los cuales esa energía debe ser tercerizada antes de ser
liberada. Así es, en esta sección hablaré de un tema lo suficientemente
conocido y disfrutado por miles a cada minuto: El porno. Ese mundo de videos e
imágenes de hombres desnudos, excitados, calientes y deseosos de mostrar lo que
tienen.
Obviamente, lo que se darán serán opiniones sobre algunos
detalles presentes en las producciones cinematográficas o en las fotográficas.
Tallarines con salsa de tomate y cebolla.
Mi último amor imposible se llama Facundo. Bajito, cabezón,
ojos un poco rasgados (al parecer me encantan los chicos de ojos rasgados, pero
no los chinos), cabello lacio con un peinado estilo Ben Stiller en “Duplex”, un
poco gordito, con tendencia a tener un poco de cuerpo trabajado en el gimnasio.
A él también le pedí que habláramos, pero no le dije que me
gustaba, sino que le dije nada más que era homosexual. Él también me dio un
sermón sobre los beneficios de hablar sobre nuestros sentimientos (al parecer,
todos tomaron un curso de asistencia psicológica para principiantes, todos
menos yo). Luego de esta charla me dijo que no esperaba que yo tuviese esa
inclinación sexual, pero que en algún momento lo había pensado.
Cuando se fue, me llamaron para cenar. Mi madre había
cocinado mientras yo me entretenía con mi asunto. Esa noche cené tallarines con
salsa de tomate y cebolla.
Hombre de zapatos blancos.
La vida de secundaria pasa rápido y nos prepara para una
nueva etapa: La educación superior. Muchos son los que se dedican a trabajos
que no exigen más que el título de secundario aprobado. Sin embargo, debido al
avance de las tecnologías, a la globalización y al aumento poblacional, las
empresas tienden a aumentar la exigencia en cuanto a la calidad humana, en
otras palabras: El mejor prima en importancia.
Debido a esto, decidí estudiar una carrera de grado, el
problema es que es en otra ciudad, por lo que tuve que viajar toda una semana
para poder ver lugares donde alojarme y de paso rendir los exámenes de ingreso
(que, por cierto, los aprobé con muy buenas notas). Fui acompañado de mi madre
debido a que debía firmar unos papeles de inscripción a la facultad.
En esa semana me di cuenta que dentro de unos meses estaría
virtualmente solo: ningún conocido, ningún familiar. Tendría que concentrarme
en el estudio, ser autosuficiente (lo cual soy desde los 12 años), manejarme
por mi mismo, asumir todas las responsabilidades. Lo bueno: podía ser yo mismo
sin la necesidad de estar al pendiente de la opinión de mis padres. Podría
salir a bares gay, conocer chicos, etc.
Esperando en la terminal al colectivo que me llevaría a
casa, me di cuenta que era una ciudad universitaria que abundaba en chicos muy
apuestos, por lo que podría disfrutar de la vista casi todos los días. Sentado
a mi lado estaba un hombre de unos 60 años, aparentando dormir y con una
botella de vodka o tequila a un costado.
Mi colectivo llegó y vi que tenía los zapatos blancos.
Estaba borracho y una gran parte de su cuerpo estaba cayéndose de la silla de
forma estruendosa. ¿Lo veré en algún otro momento? ¿Tendrá los mismos zapatos?
¿Cómo lo reconoceré si no tiene esos singulares zapatos?
La confesión.
Llantos, besos, abrazos, despedidas, miles de frases de
eterno compañerismo, unión y nostalgia llenan el ambiente de los cursos de
aquellos alumnos que cursan su último año en la secundaria. Época para valorar
los buenos momentos, de pasar el mejor tiempo compartido con aquellas
personitas que hicieron que la eternidad de las horas en el colegio pasen tan
rápido como un instante.
Muchos aprovechan el
último año para revelar cómo son realmente. Yo no llegué hasta el punto de
pararme delante de mi curso y decir “Chicos, soy gay”, pero aproveché este
último año (en especial la última parte del mismo) para confesarme con personas
en quienes deposité mi confianza. Jesús, el joven despistado que abandonó su
buzo dos veces, fue uno de los más importantes objetivos que, por suerte, pude
concretar.
Cierto sábado, a eso de las 8 pm le pedí a Jesús que nos
veamos en un parque que hay cerca de nuestras casas. Nuestra charla fue un
tanto rara, pero aquí va (tengo que decirles que soy un tanto evasivo en esta
charla):
Jesús:-Entonces ¿Qué era lo que querías decirme?
Yo:- Es sobre alguien, a quien le parecés atractivo. Es
alguien que te ve muy tierno y apuesto. No quiere que sean pareja, pero
solamente quería que sepas lo que siente por vos. Pero yo sé que es imposible
que hagan pareja y ese alguien también lo sabe.
J:- ¿Qué, por qué?
Y:- Porque no tienen los mismos gustos. ¿Entendés a qué me
refiero con “gustos”?
J:- Algo así…
Y:- ¿Entonces qué entendés por “gustos”?
J:-A que ese alguien tiene otro tipo de música que a mí no
me gusta, o que no le gustan los videojuegos o algo así.
Y:-Entonces no entendiste, ¿qué más se te ocurre como
“gusto”?
J:- No sé, ¿que le guste mucho salir de fiesta, tomar mucho
puede ser?
Y:-No.
(Pensó un poco más hasta que lo dijo como si fuese una vaga
idea que se le cruza a uno)
J: Lo que me queda es que le gusten también las chicas, o
que sea chico o que…
Y:-Es eso.
J: ¿Qué? ¿Le gustan también las chicas?
Y:-No.
J:-¡¿Es chico?!
Y:-Si, y es de nuestro curso.
J:- ¿Quién es?
Y:-Adiviná…
(Empezó a decir los nombres de todos los chicos de la clase,
excepto el suyo y el mío)
J:- ¿Quién es entonces? Ya te dije a todos los de la clase.
Y:- Te faltan dos…
J:-Bueno sí, el tuyo y el mío.
Y:-¿Y por qué no me nombraste? Soy yo.-Se quedó callado,
mirándome fijamente.
J:-¿Estás bromeando?-Dijo al fin.
Y:-Sí jajajaja, atrás de esos árboles hay un camarógrafo-Le
dije con un marcado tono de sarcasmo.- Pero en serio, no quiero nada con vos
porque yo sé que te gustan las chicas, es sólo que tenía la necesidad de
decirte que me parecés muy atractivo y que me gusta cómo te comportas y como
sos con los demás. Por cierto, no soy de las personas que se obsesiona con la
persona que le gusta, ni tampoco de las que acosa al otro por internet, así que
quiero que quede en claro que esto queda aquí. ¿Entendiste?
J:-Te juro que no caigo. Mirá, lo nuestro no es posible
porque yo tengo novia y…
Y:-¿Qué te acabo de decir?
J:-¿Qué?
Y:- Que no quiero que salgamos ni nada, que solamente quería
decirte lo que te dije, pero nada más porque sé que no te gustan los chicos y
que tenés novia.
Aliviado por no tener esa presión, empezó a darme un corto
sermón sobre lo bueno que es expresar lo que uno siente y aclarar todo. También
me dijo que entendía que no era fácil decir algo como lo que yo dije y que era
una muestra de valor y de voluntad muy grande y que lo debería hablar con otras
personas. Terminado este sermón del que yo ya había tenido una buena dosis
antes de la charla, nos separamos.
La verdad es que no esperaba una respuesta tan comprensiva,
esperaba una reacción más violenta, retrograda y de repulsión, sin embargo se
mostró comprensivo, lo que me motivó a ser más valiente con los demás.
Ese día lo guardo en mi memoria, porque fue un gran avance
personal.
Noches de buzo: Jesús.
Jesús tiene una gran importancia en mi vida. La tiene y la
tuvo desde hace seis años.
Fue uno de mis primeros compañeros de banco en la
secundaria, compartimos durante mucho tiempo el mismo grupo de amigos, vivimos
a una cuadra de distancia el uno con el otro, aunque nunca fui a su casa, ni el
a la mía.
Lo que más me gusta de Jesús es su sonrisa: tiene unos
dientes blancos y unos colmillos que parecen muy afilados (cosa que me
encanta). Tiene cejas bastante gruesas bajo las cuales tiene unos ojos un poco
rasgados, un poco de acné en el rostro y el cuello, cabello negro lacio un poco
largo, manos con venas bastante marcadas (debido a su pasión por los juegos
electrónicos) y una piel pálida y a veces tostada por el sol de la zona donde
vivo. Fue uno de los amores más obsesivos
que tuve.
Una vez se olvidó su buzo en su banco, por lo cual aproveché
para llevármelo a casa y entregárselo a la mañana siguiente. Fue la mejor noche
hasta ahora: la tela era suave y tenía su perfume impregnado en todos lados.
Era un aroma muy fresco, como a césped mezclado con rocío matinal, limón y agua
mineral. A la mañana se lo entregué, y de vuelta se lo olvidó en su banco, por
lo que tuve una noche más con ese
maravilloso perfume que olía a él, y era eso lo que más me gustaba.
Pantalones arenosos y un rugbier acuático.
Vacaciones con la
familia. Un viaje de unas 17 horas atravesando casi la mitad del país, en busca
de paz y un poco de tiempo para disfrutar de actividades para padres e hijos.
Nosotros nos dirigimos todos los años a la costanera de un río de gran extensión,
en donde armamos una carpa y disfrutamos del sonido de la corriente de agua por
la noche.
En las últimas vacaciones en familia que tuvimos, dos
personajes centraron completamente mi atención: Un chico de unos 18 años que
disfrutaba del agua jugando con una pelota de rugby. Su peinado era
excesivamente al corte que representó en su primera época a un famoso cantante
canadiense acosado por varios y considerado homosexual por muchos adherentes a
estilos musicales más “pesados” o “duros”.
Por otro lado estaba un chico de unos 17 años que también
era flaco, pero no tan alto como el anterior, era de ojos muy oscuros, cabello
negro, lacio y de un corte estilo militar, piel blanca y muy pálida (al cual
llamaré en este relato “Ivan”). Muchas veces quise hablarle, pero mi cobardía,
mi timidez o incluso el miedo a que mi identidad sexual se vea rebelada
públicamente, me empujaron hacia el otro lado.
Para mi suerte, el
último día de vacaciones estaba lavando mi calzado en los piletones del baño,
cuando de repente entró Ivan urgentemente a una de las duchas públicas, cuya
vista era reflejada por los espejos que tenían los piletones. Gracias a este
reflejo pude ver como se bajaba los pantalones para quitarse las partículas de
arena que tenía en su ropa interior, y tuve una de las excitaciones más fuerte
de mi vida al ver cómo su ropa interior se transparentaba y dejaba al
descubierto sus nalgas.
Cuando se fue, tuve necesariamente que ir a uno de los
cubículos y masturbarme, no aguantaba la excitación.
El instructor.
Pasado un año de dejar el gimnasio, decidí renovar mis
necesidades de actividad física, por lo que me inscribí en otro gimnasio del
cual yo no estaba ni enterado.
Este gimnasio estaba a cargo de Lisandro, y era él quien me
decía qué hacer cada día o con qué grupo de músculo trabajar. Era alto, flaco,
esbelto, usaba anteojos de marco fino, tenía una barba de dios días de
crecimiento, cabello castaño con rulos, mandíbula marcada pero no prominente,
cintura pequeña, abdominales un poco marcados, hombros gruesos y rudos. Me
encantaba verlo practicar a mi lado, disfrutar cómo jadeaba con cada ejercicio,
ver cómo se contraían sus músculos en cada serie.
Muy pocas veces se mostraba duro o exigente conmigo. La
mayoría de las veces era un tanto compasivo, y en él había siempre una pizca de
ternura que parecía querer ocultar. Pero como dice el dicho “Aunque la mona se
vista de seda, mona queda”.
Resulta extraño, pero siempre que pienso en él, y en cómo me
miraba, siento un poco de tranquilidad e inquietud a la vez.
domingo, 14 de agosto de 2016
Sobre Superman e Ivan.
Durante una corta etapa de mi vida concurrí a un gimnasio
para tratar de mejorar mi apariencia: Asistía de lunes a viernes, de 3 pm a 4
pm y había días en que alargaba un poco más ese horario.
Cada tanto asistía al gimnasio un chico al que llamaré Ivan,
debido a que yo le veía cara de llamarse
Ivan, aunque nunca supe cómo se llamaba. Este chico debe haber tenido
unos 21 o 22 años, era de piel pálida, cabello negro lacio y corto, vello
facial afeitado, 1.75 m de altura, espalda ancha, manos fuertes. No sé cómo,
pero siempre que lo observaba atontado y admirado por ese físico privilegiado,
él se daba cuenta y hacía como si no sucediera nada. De un día a otro, dejé de
encontrármelo en el gimnasio. Pasado un año lo encontré trabajando en una
droguería, cerca de mi casa.
Por otro lado estaba Superman, un treintañero que desde
hacía mucho tiempo se había dedicado al trabajo físico. Este hombre era de ojos
grandes, marrones, cabello castaño muy oscuro, espalda muy ancha y cintura
angosta, tenía una frente y unos pómulos prominentes y siempre se le formaba un
rulo con un mechón de cabello, de ahí su parecido con el personaje de las
series de comics. Siempre postraba un gesto de amargura, o de insuficiencia.
Era como si siempre estuviese molesto por algo.
Después de abandonar la actividad física, debido al poco
tiempo que manejaba, me quedó el recuerdo de esos dos hombres y de sus piernas
marcadas, que era lo que más me gustaba de ellos.
La biología y sus beneficios.
Me encanta la biología. Creo que es una de las pocas
pasiones que tengo hasta ahora. Debido a eso, tuve la oportunidad de competir
representando a mi colegio en las olimpiadas de biología. Como la competencia
era en otra ciudad, tuvimos que viajar y alojarnos en un hotel: todos los
varones por un lado, y todas las mujeres por otro. Mi colegio llevó dos grupos,
yo estaba en el grupo básico, Mauricio en el avanzado.
Mauricio era la típica representación cinematográfica de un
estudiante aplicado: Flaco, alto, cabello castaño alineado y peinado para un
costado, reservado, centrado y muy equilibrado. Era tan aplicado que le gustaba
estudiar matemática fuera de clases, por lo que era capaz de sustituir al
profesor cuando los chicos no entendían. Era, lógicamente, el mejor alumno de
la clase y le encantaba leer libros de ciencias exactas.
Las dos noches que estuvimos en aquella ciudad, a él le
encantaba mostrar su virilidad y camaradería con los otros chicos quitándose
los pantalones y estudiar, hablar, explicar y ver tele en ropa interior.
Yo dormía en una cama cucheta junto con otro chico. Para mi
suerte, me tocó la cama de abajo y el chico de arriba estaba tan confundido en
un tema de biología que Mauricio, ya en calzones, se paró al lado de mi cama y
empezó a explicarle al chico que estaba perdido en su teoría sin darse cuenta
de que yo, con ojo adiestrado, estaba disfrutando de la vista de su prominente
bulto.
Por desgracia, Mauricio solamente participó ese año,
mientras que yo continué adiestrándome en biología durante otros tres años.
Las tardes de voley.
Las clases de educación física se dictaban durante la tarde,
mientras que las de carácter académico se dictaban por la mañana. En estas
clases uno podía optar por dedicarse completamente al entrenamiento de vóley o
de básquet. Yo elegí el vóley, donde pude conocer al cuarto amor imposible de
secundaria que tuve.
Agustín era delgado, de cabello negro largo y lacio peinado
para un costado, ojos achinados, tez blanca y una sonrisa con hoyuelos. Amante
del paintball, del rock y de las tarántulas, asistía conmigo a clases de vóley,
pero era de un curso más alto que yo. Algunas veces tuve la satisfacción de ser
del mismo equipo que él, aunque en ese momento, yo era considerado la peor
escoria en el mundo del deporte debido a mi torpeza. Era en esos momentos donde
me sentía peor que nunca, ya que era él el que a veces me regañaba por mi
incompetencia.
A veces lo veía en los recreos, pero nunca nos hablábamos.
Siempre me gustaba verlo sonreír, me encantaba como se estiraban sus labios, finos
pero rosados, y ver cómo trataba de aclararse la vista apartándose un mechón de
cabello rebelde. Por el sentí un deseo que tendía más a lo romántico que a los
sexual.
Muy pocas veces me
imaginé con él en medio de un acto sexual. Es más, recuerdo que en la mayoría
de mis divagaciones me imaginaba abrazándolo, acariciándolo, sintiendo su
perfume o besándolo.
Pablo, Gabriel e Ignacio.
Todos tuvimos un amor imposible a lo largo de la secundaria.
Yo tuve siete chicos en los que centré mi atención a lo largo de los seis años
que pasé en mi escuela secundaria. Los tres primeros fueron Pablo, Gabriel e
Ignacio.
Pablo fue mi primer amor imposible de secundaria.
Afortunadamente, era carismático, por lo que pude entablar algunas veces un
diálogo con él. Tenía rulos castaños, ojos celestes, ortodoncia, manos fuertes
y masculinas y piel suave, aunque un tanto irritada algunas veces a causa del
tortuoso trabajo de la afeitadora. Era encargado de asistir a los alumnos de
todos los cursos respondiendo a sus necesidades
deportivas, en otras palabras, el presentaba a los profesores de
educación física las actividades propuestas por los alumnos de distintos
cursos. Debido a su gran interés por la actividad deportiva, poseía un cuerpo
atlético, proporcionado, sin pasar a lo musculoso, pero con unas piernas
envidiables. Era el adonis de todas las chicas del colegio.
Gabriel, su amigo, tenía cierto parecido con Christiano
Ronaldo, de ahí el que le apodaran Ronaldo. Era simpático, activo, un tanto
inquieto, pero tranquilo a la vez. Si bien su amigo era el principal objetivo
de las chicas, tenía su propio séquito de admiradoras en la secundaria. También
estaba encargado de una parte de las actividades deportivas del colegio, por lo
que también poseía un cuerpo envidiablemente atlético, nervudo, pero delgado.
Actualmente se desempeña en un equipo de fútbol de mi ciudad, por lo que su
apodo debe seguir en vigencia.
Ignacio era el más reservado de los tres, no sé qué es lo
que le veía de atractivo en su momento, pero sé que hora no le encuentro
atractivo alguno. Desconozco qué fue de su vida después del colegio, por lo que
su referencia es bastante más corta que la de Pablo y de Gabriel.
Estos fueron mis tres primeros amores de secundaria, ellos
eran tres años más grandes que yo, por lo que, cuando se fueron, tuve que
resignarme a buscar otros chicos con los cuales deleitarme en los recreos, e
incluso durante las horas de clase. No diré que dejaron un gran vació cuando se
fueron, pero sí extraño verlos por la mañana, en especial a Pablo, que fue
dueño de varios de mis sueños, causa de mis trasnochadas y de la mayoría de mis
masturbadas adolescentes.
Sobre telas, colchonetas, talco y callos en las manos: Maximiliano.
Nunca fui un amante de las actividades físicas. Soy muy malo
en los deportes que requieren reflejos rápidos, coordinación o resistencia
física. Sin embargo, hubo una época en la que practicaba gimnasia artística, e
incluso ahora me dan algunas veces “lapsos” por el deporte, aunque luego de
unos meses merma hasta desaparecer.
Durante el año en el que asistí a gimnasia artística, muy
pocas veces me vi rodeado por esos deslumbrantes cuerpos que aparecen por
televisión en cada emisión de los Juegos Olímpicos. Uno de los pocos cuerpos
privilegiados que tuve el gusto de poder ver era el de un chico llamado
Maximiliano. Era el prototipo de Hércules: Cabello castaño claro y ondulado,
piel tostada, ojos marrones, espalda,
brazos y piernas trabajadas con esmero y dedicación y una mirada que denotaba
una cierta concentración típica de todo buen deportista.
Siempre que tenía oportunidad, desviaba mi mirada hacia sus
piernas, sus hombros en contracción, su pecho hinchado por la exigencia de
oxígeno, su espalda, su cuello perlado de sudor.
A veces me lo cruzaba en la calle, y aunque yo lo conocía, él no me conocía a
mí. Incluso después de no haberlo durante mucho tiempo, el otro día lo vi por
la calle y lo reconocí. Sigue teniendo ese admirable cuerpo, fruto de la dedicación
exhaustiva al deporte.
Una casa de campo, una pileta pequeña y Manuel.
Mis tíos tienen una casa de campo, en la que hay un gran
jardín con árboles frutales, arbustos, pequeñas elevaciones de terreno e
incluso araucarias (que son altamente peligrosos para las plantas de los pies
descubiertos, lo sé por experiencia).
Estos tíos cuentan con una pileta relativamente pequeña en
dicho jardín. Cuando tenía unos 13 años, fuimos a visitarlo y nos quedamos allí
alrededor de dos semanas gracias a la insistencia de mis tíos en que nos quedásemos.
A lo largo de esas dos semanas fuimos visitados por los primos de mi madre,
hijos de mis tíos. Uno de esos primos tiene un hijo llamado Manuel. No nos
habíamos visto desde la última vez que ellos fueron a mi ciudad, por lo que
habían pasado unos cinco o seis años sin vernos.
En este prolongado lapso de tiempo, Manuel sufrió, para
bien, los cambios de la adolescencia. Se comportaba, como siempre, callado,
reservado, pero era muy atractivo y la verdad es que tengo que admitir que lo
quería enteramente para mí. Tuve la suerte de poder admirar su delgado abdomen
cada tanto, debido a que, gracias al calor de la zona, se vio forzado a
refrescarse en la pileta, donde compartía conmigo un poco de jugo con hielo.
Hace poco lo vi, y aunque tenga un poco de barriga y se haya
dejado crecer el vello facial, sigue estando relativamente atractivo para mí.
Sigo reconociendo en él esa tímida mirada que mantiene vivo mi recuerdo de él
en una versión más joven.
Colonia de vacaciones: Alfredo.
Una sola vez fui a una colonia de vacaciones. No era muy
aficionado a eso de terminar el ciclo escolar para comenzar con un ciclo que te
mantuviese ocupado durante las vacaciones.
En esa colonia (a la cual asistí durante los tres meses de
vacaciones, de lunes a viernes, de 8:30 a 12 de la mañana) conocí a mi profesor
Ezequiel y a Alfredo.
Mi profesor Ezequiel era un hombre de ojos un poco
achinados, de cabello castaño, flaco, alto pero con espalda ancha y un atisbo
de abdominales en su abdomen. Había días en que uno le encontraba un parecido
con Ashton Kutcher. Él estaba encargado de cuidar a los que entraban en la
pileta de natación y darles atención de primeros auxilios en caso de ser
necesario. El resto del tiempo estaba dedicado en dirigir las actividades del
grupo de varones de la colonia, algo así como un profesor de educación física,
pero sin la barba descuidada y la barriga cervecera tan común en dichos
especímenes.
Alfredo, por otro lado, era un chico de mi edad (debía de tener
unos 12 años en ese momento), un poco menos alto que yo, con cabello castaño y
mechones con reflejos rubios, ojos marrones, ortodoncia, y piel bronceada. Para
que se puedan hacer un esbozo, les diré que se parecía mucho a Jeremy Summer en
la película “Peter Pan” Curiosamente, su madre y mi madre fueron compañeras del
ciclo básico escolar, así que mi madre me preguntaba siempre cómo había estado
mi día y el de Alfredo. Me hice su amigo muy pronto, por lo que éramos
inseparables, aunque nunca le conté lo que sentía por él. Pasadas unas semanas, aparecieron Pablo,
Guillermo y Santiago, vecinos de Alfredo. Es lógico, por lo tanto, que la
atención que recibía de Alfredo disminuyó drásticamente luego de la llegada de
los tres hermanos. Esa fue una de las pocas amistades que tuve con personas del
género masculino a lo largo de mi vida, y una de las más cortas.
Mudanzas
Todos nos hemos sentido atraídos por un vecino. Yo me sentí
(y me sigo sintiendo) atraído por tres vecinos: Ezequiel, Alberto y Daniel.
Ezequiel no es de importancia en este relato, así que lo obviaremos por ahora.
Daniel y Alberto eran hijos de una mujer soltera, maestra
jardinera, que tenía a cargo a cinco hijos: Dos mujeres y tres varones.
Daniel era el hermano mayor, Alberto era el cuarto. Daniel
tenía 17 y Alberto 13 si no me confundo. Su madre iba a tener otro hijo con un
hombre de gran poder adquisitivo, por lo que era necesario que se mudaran de un
barrio con calles de tierra, ya que “ese no es lugar para el hijo de un hombre
como él...” según la madre del próximo crío. Yo estaba profundamente enamorado
de Daniel, que tenía unos ojos verde oliva que te volvían loco, cabello castaño
con ondas, una sonrisa envidiable y una piel tersa, juvenil y tirando a un tono
entre bronceado suave y caucásico. Alberto, por otro lado, tenía los ojos verde
azulados, cabello rubio, piel blanca y suave y unos labios carnosos y rosados.
Uno era una muestra ejemplar de masculinidad, el otro era un proyecto a tal
sensual figura.
Luego de que se mudaron, la relación de amistad se vio
interrumpida, aunque cada tanto mi madre hablaba con su madre. Pero la relación
entre Daniel, Alberto y yo se cortó definitivamente. ¿Qué pasó? Simple: cada
uno siguió su camino.
Curso de natación: Facundo.
Muchas personas saben nadar. No es necesario aclarar cuantos
beneficios trae la actividad de nadar, todos sabemos que son muchos.
Mis padres, mis abuelos e incluso mis tíos me incentivaron
al nado desde muy pequeño. Sin embargo, algunos de ellos habían olvidado que yo
no sabía nadar, por lo cual una vez casi muero ahogado frente a mi primo. Tenía
ocho años. Mis padres, preocupados por el suceso, insistieron en que asista a
un curso de nado, para lo cual me inscribieron en uno que tenía de horario de
clases de 9 am a 10:30.
El punto de todo esto es contar qué es lo que pasó a lo
largo de esas clases. Digamos que en ese curso conocí al primer chico por el
que sentí atracción. Él debe haber tenido alrededor de 12 años, yo tenía 8.
Flaco, piel un poco tostada, cabello negro, ojos marrones (muy penetrantes).
Nunca hablé con el más que un “hola”, un “adiós” o un “qué frio”, pero su forma
de observar era irresistible, era como si tuviese un oscuro secreto que
ocultar, algo indescifrable, indecible, prohibido, que hacía que esos lindos
ojos siempre mirasen el suelo, como si con eso pudiesen ocultar mejor el
misterio que encerraban.
Una sola vez me lo encontré en el vestuario, se estaba
cambiando, y sólo estábamos él y yo. Se imaginarán la necesidad de hablarle, de
besarlo, de estar con él. Pues nada de eso pasó: mi padre llegó para irnos a
casa, así que tuve que irme con la esperanza de poder verlo en la clase
siguiente.
Nunca más lo vi.
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