domingo, 14 de agosto de 2016

Sobre Superman e Ivan.

Durante una corta etapa de mi vida concurrí a un gimnasio para tratar de mejorar mi apariencia: Asistía de lunes a viernes, de 3 pm a 4 pm y había días en que alargaba un poco más ese horario.

Cada tanto asistía al gimnasio un chico al que llamaré Ivan, debido a que yo le veía cara de llamarse  Ivan, aunque nunca supe cómo se llamaba. Este chico debe haber tenido unos 21 o 22 años, era de piel pálida, cabello negro lacio y corto, vello facial afeitado, 1.75 m de altura, espalda ancha, manos fuertes. No sé cómo, pero siempre que lo observaba atontado y admirado por ese físico privilegiado, él se daba cuenta y hacía como si no sucediera nada. De un día a otro, dejé de encontrármelo en el gimnasio. Pasado un año lo encontré trabajando en una droguería, cerca de mi casa.
Por otro lado estaba Superman, un treintañero que desde hacía mucho tiempo se había dedicado al trabajo físico. Este hombre era de ojos grandes, marrones, cabello castaño muy oscuro, espalda muy ancha y cintura angosta, tenía una frente y unos pómulos prominentes y siempre se le formaba un rulo con un mechón de cabello, de ahí su parecido con el personaje de las series de comics. Siempre postraba un gesto de amargura, o de insuficiencia. Era como si siempre estuviese molesto por algo.
Después de abandonar la actividad física, debido al poco tiempo que manejaba, me quedó el recuerdo de esos dos hombres y de sus piernas marcadas, que era lo que más me gustaba de ellos.

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