Durante una corta etapa de mi vida concurrí a un gimnasio
para tratar de mejorar mi apariencia: Asistía de lunes a viernes, de 3 pm a 4
pm y había días en que alargaba un poco más ese horario.
Cada tanto asistía al gimnasio un chico al que llamaré Ivan,
debido a que yo le veía cara de llamarse
Ivan, aunque nunca supe cómo se llamaba. Este chico debe haber tenido
unos 21 o 22 años, era de piel pálida, cabello negro lacio y corto, vello
facial afeitado, 1.75 m de altura, espalda ancha, manos fuertes. No sé cómo,
pero siempre que lo observaba atontado y admirado por ese físico privilegiado,
él se daba cuenta y hacía como si no sucediera nada. De un día a otro, dejé de
encontrármelo en el gimnasio. Pasado un año lo encontré trabajando en una
droguería, cerca de mi casa.
Por otro lado estaba Superman, un treintañero que desde
hacía mucho tiempo se había dedicado al trabajo físico. Este hombre era de ojos
grandes, marrones, cabello castaño muy oscuro, espalda muy ancha y cintura
angosta, tenía una frente y unos pómulos prominentes y siempre se le formaba un
rulo con un mechón de cabello, de ahí su parecido con el personaje de las
series de comics. Siempre postraba un gesto de amargura, o de insuficiencia.
Era como si siempre estuviese molesto por algo.
Después de abandonar la actividad física, debido al poco
tiempo que manejaba, me quedó el recuerdo de esos dos hombres y de sus piernas
marcadas, que era lo que más me gustaba de ellos.
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