lunes, 15 de agosto de 2016

Noches de buzo: Jesús.

Jesús tiene una gran importancia en mi vida. La tiene y la tuvo desde hace seis años.

Fue uno de mis primeros compañeros de banco en la secundaria, compartimos durante mucho tiempo el mismo grupo de amigos, vivimos a una cuadra de distancia el uno con el otro, aunque nunca fui a su casa, ni el a la mía.

Lo que más me gusta de Jesús es su sonrisa: tiene unos dientes blancos y unos colmillos que parecen muy afilados (cosa que me encanta). Tiene cejas bastante gruesas bajo las cuales tiene unos ojos un poco rasgados, un poco de acné en el rostro y el cuello, cabello negro lacio un poco largo, manos con venas bastante marcadas (debido a su pasión por los juegos electrónicos) y una piel pálida y a veces tostada por el sol de la zona donde vivo. Fue uno de los amores más obsesivos  que tuve.
Una vez se olvidó su buzo en su banco, por lo cual aproveché para llevármelo a casa y entregárselo a la mañana siguiente. Fue la mejor noche hasta ahora: la tela era suave y tenía su perfume impregnado en todos lados. Era un aroma muy fresco, como a césped mezclado con rocío matinal, limón y agua mineral. A la mañana se lo entregué, y de vuelta se lo olvidó en su banco, por lo  que tuve una noche más con ese maravilloso perfume que olía a él, y era eso lo que más me gustaba.

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