Vacaciones con la
familia. Un viaje de unas 17 horas atravesando casi la mitad del país, en busca
de paz y un poco de tiempo para disfrutar de actividades para padres e hijos.
Nosotros nos dirigimos todos los años a la costanera de un río de gran extensión,
en donde armamos una carpa y disfrutamos del sonido de la corriente de agua por
la noche.
En las últimas vacaciones en familia que tuvimos, dos
personajes centraron completamente mi atención: Un chico de unos 18 años que
disfrutaba del agua jugando con una pelota de rugby. Su peinado era
excesivamente al corte que representó en su primera época a un famoso cantante
canadiense acosado por varios y considerado homosexual por muchos adherentes a
estilos musicales más “pesados” o “duros”.
Por otro lado estaba un chico de unos 17 años que también
era flaco, pero no tan alto como el anterior, era de ojos muy oscuros, cabello
negro, lacio y de un corte estilo militar, piel blanca y muy pálida (al cual
llamaré en este relato “Ivan”). Muchas veces quise hablarle, pero mi cobardía,
mi timidez o incluso el miedo a que mi identidad sexual se vea rebelada
públicamente, me empujaron hacia el otro lado.
Para mi suerte, el
último día de vacaciones estaba lavando mi calzado en los piletones del baño,
cuando de repente entró Ivan urgentemente a una de las duchas públicas, cuya
vista era reflejada por los espejos que tenían los piletones. Gracias a este
reflejo pude ver como se bajaba los pantalones para quitarse las partículas de
arena que tenía en su ropa interior, y tuve una de las excitaciones más fuerte
de mi vida al ver cómo su ropa interior se transparentaba y dejaba al
descubierto sus nalgas.
Cuando se fue, tuve necesariamente que ir a uno de los
cubículos y masturbarme, no aguantaba la excitación.
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