Mi último amor imposible se llama Facundo. Bajito, cabezón,
ojos un poco rasgados (al parecer me encantan los chicos de ojos rasgados, pero
no los chinos), cabello lacio con un peinado estilo Ben Stiller en “Duplex”, un
poco gordito, con tendencia a tener un poco de cuerpo trabajado en el gimnasio.
A él también le pedí que habláramos, pero no le dije que me
gustaba, sino que le dije nada más que era homosexual. Él también me dio un
sermón sobre los beneficios de hablar sobre nuestros sentimientos (al parecer,
todos tomaron un curso de asistencia psicológica para principiantes, todos
menos yo). Luego de esta charla me dijo que no esperaba que yo tuviese esa
inclinación sexual, pero que en algún momento lo había pensado.
Cuando se fue, me llamaron para cenar. Mi madre había
cocinado mientras yo me entretenía con mi asunto. Esa noche cené tallarines con
salsa de tomate y cebolla.
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