Llantos, besos, abrazos, despedidas, miles de frases de
eterno compañerismo, unión y nostalgia llenan el ambiente de los cursos de
aquellos alumnos que cursan su último año en la secundaria. Época para valorar
los buenos momentos, de pasar el mejor tiempo compartido con aquellas
personitas que hicieron que la eternidad de las horas en el colegio pasen tan
rápido como un instante.
Muchos aprovechan el
último año para revelar cómo son realmente. Yo no llegué hasta el punto de
pararme delante de mi curso y decir “Chicos, soy gay”, pero aproveché este
último año (en especial la última parte del mismo) para confesarme con personas
en quienes deposité mi confianza. Jesús, el joven despistado que abandonó su
buzo dos veces, fue uno de los más importantes objetivos que, por suerte, pude
concretar.
Cierto sábado, a eso de las 8 pm le pedí a Jesús que nos
veamos en un parque que hay cerca de nuestras casas. Nuestra charla fue un
tanto rara, pero aquí va (tengo que decirles que soy un tanto evasivo en esta
charla):
Jesús:-Entonces ¿Qué era lo que querías decirme?
Yo:- Es sobre alguien, a quien le parecés atractivo. Es
alguien que te ve muy tierno y apuesto. No quiere que sean pareja, pero
solamente quería que sepas lo que siente por vos. Pero yo sé que es imposible
que hagan pareja y ese alguien también lo sabe.
J:- ¿Qué, por qué?
Y:- Porque no tienen los mismos gustos. ¿Entendés a qué me
refiero con “gustos”?
J:- Algo así…
Y:- ¿Entonces qué entendés por “gustos”?
J:-A que ese alguien tiene otro tipo de música que a mí no
me gusta, o que no le gustan los videojuegos o algo así.
Y:-Entonces no entendiste, ¿qué más se te ocurre como
“gusto”?
J:- No sé, ¿que le guste mucho salir de fiesta, tomar mucho
puede ser?
Y:-No.
(Pensó un poco más hasta que lo dijo como si fuese una vaga
idea que se le cruza a uno)
J: Lo que me queda es que le gusten también las chicas, o
que sea chico o que…
Y:-Es eso.
J: ¿Qué? ¿Le gustan también las chicas?
Y:-No.
J:-¡¿Es chico?!
Y:-Si, y es de nuestro curso.
J:- ¿Quién es?
Y:-Adiviná…
(Empezó a decir los nombres de todos los chicos de la clase,
excepto el suyo y el mío)
J:- ¿Quién es entonces? Ya te dije a todos los de la clase.
Y:- Te faltan dos…
J:-Bueno sí, el tuyo y el mío.
Y:-¿Y por qué no me nombraste? Soy yo.-Se quedó callado,
mirándome fijamente.
J:-¿Estás bromeando?-Dijo al fin.
Y:-Sí jajajaja, atrás de esos árboles hay un camarógrafo-Le
dije con un marcado tono de sarcasmo.- Pero en serio, no quiero nada con vos
porque yo sé que te gustan las chicas, es sólo que tenía la necesidad de
decirte que me parecés muy atractivo y que me gusta cómo te comportas y como
sos con los demás. Por cierto, no soy de las personas que se obsesiona con la
persona que le gusta, ni tampoco de las que acosa al otro por internet, así que
quiero que quede en claro que esto queda aquí. ¿Entendiste?
J:-Te juro que no caigo. Mirá, lo nuestro no es posible
porque yo tengo novia y…
Y:-¿Qué te acabo de decir?
J:-¿Qué?
Y:- Que no quiero que salgamos ni nada, que solamente quería
decirte lo que te dije, pero nada más porque sé que no te gustan los chicos y
que tenés novia.
Aliviado por no tener esa presión, empezó a darme un corto
sermón sobre lo bueno que es expresar lo que uno siente y aclarar todo. También
me dijo que entendía que no era fácil decir algo como lo que yo dije y que era
una muestra de valor y de voluntad muy grande y que lo debería hablar con otras
personas. Terminado este sermón del que yo ya había tenido una buena dosis
antes de la charla, nos separamos.
La verdad es que no esperaba una respuesta tan comprensiva,
esperaba una reacción más violenta, retrograda y de repulsión, sin embargo se
mostró comprensivo, lo que me motivó a ser más valiente con los demás.
Ese día lo guardo en mi memoria, porque fue un gran avance
personal.